domingo, 20 de septiembre de 2015

Santuario Histórico de Machu Picchu

Machu Picchu, construida en lo alto de una montaña, es una ciudad Inca con templos, palacios, andenes y canales de agua que muestran lo que una gran civilización fue capaz de edificar con grandes bloques de piedra, sin amalgama alguna, pero con la mayor sabiduría. Su construcción, en armonía con la naturaleza, representa la fusión de la montaña y la ciudad en una sola expresión. Por su importante legado histórico es considerado, desde 1983, como Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad. De acuerdo a las investigaciones, Machu Picchu fue construida en el siglo XV por el inca Pachacútec. Entre los más reconocidos arqueólogos existen diversas teorías que consideran que fue un Santuario, una Ciudad Sagrada o un importante centro político, religioso y administrativo.

Momia Juanita

La llamada Momia Juanita es una momia humana perteneciente a la cultura Inca. Se cree que fue parte de una ceremonia de capac cocha, una ofrenda humana frecuente en el Imperio inca y, posiblemente murió durante el reinado del Sapa Inca Pachacútec Inca Yupanqui.

Durante una expedición al nevado Ampato en 1995 el arqueólogo de montaña Johan Reinhard y el andinista Miguel Zárate, divisaron a lo lejos algo que relucía en el cráter del nevado y bajaron a la hondonada encontrando un bulto. Lo levantaron con cuidado y con asombro vieron que se trataba del cuerpo de una joven, excelentemente conservada. Además, en los alrededores encontraron varias illas, estatuillas de oro y de spondyllus, varios tipos de plantas.

Ciudadela de Caral. Lima

En los últimos meses se ha puesto en conocimiento del mundo científico las investigaciones realizadas por la Dra. Ruth Shady y su grupo de arqueólogos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que han permitido descubrir la existencia de Caral, ciudad que data aproximadamente de los 3000 a.C. Es la ciudad mas antigua de América y alberga construcciones como el Templo Mayor, que alcanza los 18 metros de altura; son 50 hectáreas de edificios que, probablemente, hayan tenido un carácter sagrado, por la presencia de templos y altares.

Patrimonio cultural inmaterial del Perú

El patrimonio cultural inmaterial del Perú lo componen las manifestaciones culturales como el folclore, el arte popular, las tradiciones orales, la gastronomía, las ceremonias, las costumbres mágico-religiosas, las leyendas, las fiestas populares, la medicina tradicional, los saberes, las formas de organización social, el manejo de tecnologías y las lenguas que surgen o se enmarcan dentro de la República del Perú.1
Una característica del patrimonio cultural inmaterial es que se transmite de generación en generación y es recreado constantemente por las comunidades que lo practican. Este patrimonio infunde un sentimiento de identidad y continuidad que contribuye a promover el respeto de la diversidad cultural y creatividad humana.

IMPORTANCIA DE PATRIMONIO CULTURAL

Un Patrimonio Histórico es muy importante para nuestro país porque atraen a muchos turistas y nos ayudan a crecer económicamente, también es importante porque nos permite saber cómo eran las costumbres y creencias de nuestros antepasados, y esa es la herencia que ellos nos dejaron.

El Patrimonio  histórico es muy importante porque  hace identificar las culturas y/ó costumbres de cada país. También es importante porque nos hace ver cómo eran las costumbres, tradiciones, pinturas de nuestros legados ancestros  con ayuda de las leyendas.

El Patrimonio histórico es importante para nuestro país y nosotros los peruanos porque es el legado que nos han dejado nuestros antepasados y con esto podemos corroborar su existencia, sus tradiciones, su modo de vivir, etc. Además es importante porque podemos dejar nosotros el legado a nuestros hijos de cómo vivieron nuestros antepasados.
                                                               
El Patrimonio Histórico es muy importante ya que perteneció a nuestros  antepasados,  y que ahora nosotros lo heredamos,  por eso tenemos que conservarlo porque es un tesoro  muy preciado para nosotros los peruanos.  Estos patrimonios son parte de nuestra identidad y parte de nuestras costumbres.


Piscohttp://www.boletindenewyork.com/images/piscosour.jpg

Según Garcilaso de la Vega, fue Don Francisco de Caravantes, un toledano llegado luego del encuentro de las dos culturas y quien al igual que muchos de sus compatriotas, añoraba los licores que solía saborear en su lejana tierra; quien mandó traer las primeras cepas de uva desde las Islas Canarias y que el primer vino que se produjo en el Cusco fue de la cosecha de Bartolomé de Terrazas, quien en 1555 envió a Garcilaso de la Vega, 30 indios con varias canastas de uvas, para que las repartiese entre sus vecinos. Otros cronistas dicen que en la hacienda Marcahuasi en el Cusco, de propiedad de Pedro López de Cazalla, se elaboró por primera vez, este preciado licor.

Guamán Poma de Ayala, Pedro Sarmiento de Gamboa, Fray Martín de Murúa y Pedro Cieza de León, a través de diferentes escritos, también acreditan la existencia de la referencia geográfica al puebo de Pisco desde inicios de la Colonia; destacando además, el cultivo de la vid, al igual que la elaboración de vinos y aguardientes en dicha zona.

Miguel Cabello de Balboa, al describir la costa sur del Perú; menciona expresamente los valles de Ica, Humay y Pisco, en sus "Misceláneas Antárticas", que escribiera en 1586.

El padre Bernabé Cobo, afirma en su "Historia del Nuevo Mundo" (1653); que fue Hernando de Montenegro quien plantara las primeras vides en Lima. Así, el Perú en menos de una década, estuvo exportando vino hacia Argentina, Chile y España.

Los reyes de España, Isabel y Fernando de Aragón y más tarde Carlos V, estimularon la siembra de productos enviados desde Europa, ofreciendo a los colonos dos barras de plata de 300 ducados cada una, para quien elaborase vino y aceite o sembrase hasta cuatro arrobas de cebada y trigo por localidad.

Fue posiblemente entre 1530 y 1550; los años en que viñedos de uva tipo "Negra Corriente", fueron plantados aprovechando las aguas del Achirana, un canal de desvío de las aguas del Río Ica, que fuera mandado construir por el Inca Pachacutec en épocas incaicas. Los españoles encontraron que el sistema de regadío de aquella zona, propiciaba las condiciones para que las parras que trajeran, pudieran florercer mejor. Además, la combinación de una tierra costeña rica en nutrientes químicos muy especiales, el clima templado y el cuidado que se puso en sus cosechas, dieron lugar a que en los valles de Ica, se expandieran los cultivos, más especialmente en Pisco.


Vistiendo la iglesia de barro:El fascinante repaje de Marcapata

Katsep, en aguaruna, es la marabunta, las hormigas más agresivas de la selva. No tienen nido ni miedo, y siempre arrasan imparables con todo lo que encuentran en su camino. Una vez entraron a mi casa hecha de pona y cubierta de hojas de palmera. En un instante, me encontré rodeado de insectos inmisericordes que iban ocupando absolutamente todo. Los cuartos, las paredes, el techo, los pisos y las hamacas estaban cubiertos de katsep. Durante horas, tuve que esperar afuera y mirar cómo el techo cambiaba de color mientras millones de hormigas lo colonizaban. Contemplaba cómo limpiaban lo que encontraban a su paso con un mecanismo absolutamente eficiente y ordenado, hasta agruparse y desaparecer en la espesura de la selva, dejando la casa pulcra y nueva.
     Iglesiawasichay, en quechua, se refiere al repaje. Es la fiesta que celebra el cambio de paja del techo de una iglesia jesuita de mediados del siglo XVII que se encuentra en Marcapata, una pequeña localidad ubicada entre Cusco y Puerto Maldonado. 
    La iglesia está hecha de barro, tiene pinturas murales y parte de su piso es de pona. Estoy junto a ella, rodeado por unas 400 personas. Muchas de ellas, como las katsep, ocupan la totalidad del techo en una actividad frenética y ordenada. Todo está cubierto de gente. Durante siete días, contemplo cómo los hombres de Warocani, Yanacocha–Inkacancha, Socapata, Unión Araza, Puyca, Qollana Marcapata, Sahuancay, Collasuyo y Yanacancha cambian la paja en mal estado. Después tomarán sus caminos y regresarán a sus comunidades. Así, siempre. Así, cada cuatro años, en agosto.
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Lidia Caller, ecónoma de la parroquia, me dice: “Ahora es distinto. Antes, el techo se cambiaba cada cinco años; entonces el ichu era fuerte, era waylla. Ahora, con el cambio climático o qué sé yo, no sale tan fuerte, por eso cambiamos la paja cada cuatro. Para eso vienen los comuneros. Es obligatorio participar. Los de las partes altas traen ichu. Los de las partes bajas, nihua”.
     Casi todos los que participan en el repaje son hombres. Lo más jóvenes, en el techo. Los viejitos, alrededor del templo; algunos trabajan el junco nihua. Frotan la fibra hasta convertirla en k’eshwa, la soga que unirá los fardos de ichu a los palos del techo. Otros, en grupos de siete u ocho, forman círculos, dan vueltas mientras lanzan el ichu al aire, lo sueltan, desarman y amontonan en el centro. Después, recogerán el ichu, formarán los fardos y los subirán con la mula para la reparación. Se ven pocas mujeres. Ninguna puede subir a la iglesia o estar en la mesa de autoridades. Las únicas que ayudan son viudas o solteras. Las casadas aparecen ocasionalmente llevando comida y enormes tachos llenos de chicha.
     Cada comunidad tiene un lugar en el techo de la iglesia San Francisco de Asís, marcado por una bandera peruana y un surco, elhuacho. Resguardarlo es un honor que se transmite de generación en generación.
     El espacio de las autoridades es una rústica mesa que mira la iglesia y que preside un patrón. Cada comunidad tiene su mesa. Es el lugar de dirección, también de los castigos. En un momento, observo a un joven que es azotado por llegar tarde a la jornada de trabajo. En la mesa, además, se concentran enormes cantidades de gaseosa, cañazo, cerveza y chicha. También hay hojas de coca y ‘lejía’, la cal extraída del arbusto orcocoshco, que se utiliza en el picchado para activar el principio que te da la fuerza, te quita el hambre, te saca el frío del cuerpo y del alma. 
     Finalmente, la mesa es el lugar de la mula. Ahí se pone cuando está ‘cansada’. Me hablan de ella como de algo sagrado y vivo. Es una madera cuadrada, finamente labrada, de unos 40 cm, de la que cuelgan dos ganchos. En ellos se ponen los fardos de ichu que suben, a través de un sistema de sogas, hasta el techo. Cada vez que la mula regresa vacía, la tapan cariñosamente. Me lo explica Lidia: “Vestimos a la mula. Es costumbre. Con la chalina la abrigamos y le tapamos los ojos, como se hace con los caballos cuando recién se doman. Así no patea. La mula es lisa, rebelde, arisca. Por eso, cuando baja del techo, lo primero que hacen es vendarla”. 
     Además, hay cuatro bandas de música. Tocan siempre la misma canción. Día y noche, como si fuese un mantra. Bailamos y cantamos. Lidia no sabe explicarme por qué, pero es unánime la apreciación de que “las bandas de Puyca y Qollana Marcapata son las mejores. Nadie como ellos para componer música y acompañar con su ritmo la labor de los hombres”.
     La fiesta acaba y la iglesia tiene su techo renovado, como hicieron las katsep en mi casa. 
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Marcapata. Su nombre en quechua significa sobre la cumbre. Así es literalmente. Es uno de los lugares del Perú donde más llueve, una localidad que forma parte de la milenaria ruta del oro, la plata y la coca, que está protegida por la montaña Pachatusan, con los ríos Putumayo y Chacubamba bordeando el cerro, y con un horizonte perfilado por infinitos cerros llenos de árboles que apuntan a la selva baja. En el centro, el templo: la iglesia San Francisco de Asís, cuyo repaje acaba de ser reconocido como Patrimonio Cultural de la Nación.